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miércoles, 13 de enero de 2016

     Los cascos de su caminar resonaban en el eco de la noche. La luz de la luna llena era la que le guiaba por aquel  camino. La espada y el escudo los llevaba en la parte que se unía su instinto animal y su raciocinio humano. Esa línea de bello pelaje que no pertenecía ni a la bestia ni al humano sino al ser. Iba mordiendo una manzana. Fruta favorita entre los manjares que se permitía, porque un guerrero de su talla era apreciado y más si demostraba el arrojo y el coraje en la batalla como lo había demostrado él. Tiró el corazón de la manzana a un lado del camino. Saco otra fruta del canasto que le colgaba al lomo. La degustó igual que la anterior. Como un manjar. En la mañana había gastado muchas energías y ahora lo que deseaba era retirarse a Tesalia para sacar sus más bajos instintos y tomar a una centaurides en copulación. No había nada después de la batalla que le calmar más que satisfacer sus inclinaciones más animales. Porque su ser estaba siempre rigiéndose por inclinaciones. Unas veces se adueñaba la bestia de la mitad humana y otras, con malos modales y grosero comportamiento ante los humanos, el resto de persona que quedaba en él se afianzaba por encima de la bestia.
     Mientras contemplaba el cielo buscado señales de las estrellas que le auguraran su  vuelta a casa le asaltaron en el camino unos forajidos. De un certero machetazo le quitaron la cesta que llevaba al lomo. Uno se puso en su flanco derecho, otro en el izquierdo  y el último le obstruía el paso al frente.
-¡danos todo lo de valor que tengas, caballo!- digo el que estaba al frente de él con una espada de puño dorado. Eso le hizo pensar que no eran simples cuatreros sino guerreros que esta mañana podían haberse cruzado con él en la batalla. Pero no recordaba sus caras y si buscaban botín lo iban a despojar de sus pertenencias. No le dio tiempo a pensar cuando desenvaino su espada y echo en su brazo derecho el escudo que le protegería de los mandobles.
-no llevo más que lo me habéis quitado de una certera maniobra de emboscada.  No puedo satisfacer vuestras necesidades. Así que dejarme marchar y os quedáis con el oro y las frutas que tenía en la bolsa. Sois tres y yo solo uno y por lo que veo os manejáis bien con  las estrategias y las armas. Solo deseo llegar a casa y descansar. La batalla de esta mañana me ha agotado mucho. Os pido que me dejéis marchar- dijo el centauro interpelando a la dignidad del guerrero y no a las bajezas de los cuatreros.

     
Los tres soldados se miraron y asintieron. Si no tenía nada más que ofrecer que necesidad de luchar con la posibilidad de tener una baja. Habían sobrevivido a la batalla. esto sería un extra por tener la fortuna de ser tres. Pero mientras se miraban unos a otros asintiendo y dando por valido el trato que proponía el centauro, con su mano izquierda, de un  certero golpe le quito la vida al que le había quitado a él antes el canasto. Levanto sus cuartos delanteros y intentó pisar al que le obstruía el paso. Como este cedió empezó a galopar no si ante recoger lo que era suyo, su oro y sus frutas. –No te tenían las estrellas reservado un regreso tranquilo a casa- se dijo a si mismo mientras galopaba cola al viento. Gotas de sudor recorrían su cuerpo. Cuando ya había recorrido unos cuantos kilómetros y se sentía seguro, cogió otra manzana y se deleito de su artimaña.-les falta el rasgo atávico de todo animal. La cultura les ha domesticado. Se creía listo. Pues más inteligente a sido esta bestia, jajajaja.

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